lunes, 22 de agosto de 2016

Lagarto





                -Entonces dime ¿Cómo te sientes?
                Me preguntó el doctor ya que, tanto él como yo, estábamos sentados en los lugares que nuestros respectivos roles demandaban. Yo sobre la mesa de examinación y él sobre un pequeño banco justo frente a mí.
                -Buena pregunta, Doc. Deje le explico lo mejor que pueda.
                “Imagine que un Monstruo de Gila nace bajo algunas condiciones extra ordinarias. Tal vez huérfano, tal vez aislado del resto de su especie o quizá con un poco más de conciencia que instinto. Sea cual sea el motivo, él no sabe que su mordida es venenosa. Entonces crece por el mundo intentando conectar con lo que lo rodea. La falta de lenguaje y extremidades aptas lo dejan con su boca siendo la única herramienta que posee para relacionarse. Si está enojado suelta una mordida poco fuerte para dar advertencia. Si se siente feliz, da un pequeño mordisqueo juguetón. Si siente lástima, lambe las heridas de otros. Independientemente de la manera, todo con lo que interactúa termina inevitablemente envenenado, tal vez incluso muerto. Nunca habrá de entender la razón del por cual sus acciones causan esta reacción en los otros. Al principio se verá drásticamente confundido, anonado en el porqué sin nunca poder llegar a una conclusión válida. Pronto se rendirá de indagar y asumirá que esto es lo normal, el estatus quo. Cualquier ser vivo con el que tenga el único tipo de contacto capaz de practicar irá pereciendo y el reptil tendrá que aprender a vivir con ello. Recorrer esta curva de aprendizaje conlleva un alto nivel de soledad que la pobre bestia tiene que cargar consigo.”
                “Sin embargo, bien puede haber días más optimistas que otros, en los que se despierte sintiendo que esta maldición ha desvanecido por la noche, que algo en su naturaleza ha cambiado y que vale la pena volver a intentarlo. Por supuesto que ese sentimiento no perdura. No importa cuál sea la perspectiva interna, la biología nunca cambia. Sale del agujero en el que vive para encontrarse con un venado que está a punto de caer por un acantilado, sujetándose del suelo solo por sus patas delanteras ¡El Monstruo de Gila corre a su rescate! Creyendo que así hará la obra buena del día y tal vez, de paso, ganarse un amigo. Sujeta una de las patas del otro animal con sus mandíbulas y lo arrastra con todas sus fuerzas a suelo seguro de nuevo. El venado se reincorpora y empieza a lamer frenéticamente la pata que el Monstruo mordió mientras él lo observa con exaltación, brincando de lado a lado por la felicidad de haber podido ayudar. El pequeño venado le regresa la mirada solo por un momento con una expresión que el Monstruo de Gila no alcanza a leer del todo bien, pero detiene todas sus emociones positivas de golpe y lo deja entumecido. El venado da media vuelta, se va y solo alcanza a dar unos cuantos pasos progresivamente más torpes antes de caer el suelo empezando a agonizar. Otros animales del alrededor escuchan el golpe que genera la caída y se acercan para observar que sucede. Voltean al alrededor para detectar el culpable o por lo menos rastro de él, pero no encuentran ninguna de las dos. El Monstruo regresa a deambular cubierto por una autoimpuesta burbuja. Intenta no pensar en lo sucedido hasta que cae la noche. De vuelta en su agujero, después de que la última criatura exclama su llanto, recurre al método empírico impulsado por una desesperada curiosidad y muerde su propia pata. El dolor es agudo, claro, pues los dientes cavan profundo. Aun así, no se ve en la condición que él observa en otros, ni siquiera cerca. No hay mareo, desorientación o fiebre como es visible en todas sus pasadas víctimas. Y así vivirá el resto de su vida, caminando entre la duda, la negación y resignación ¿Me explico Doc?”
                -No estoy del todo seguro, muchacho. Yo creo que deberías de platicarle esto a otro tipo de especialista. Puede ser que un psicólogo escuche esto y te pueda ayudar más que yo.

                - No, Doc. No entiende cual es el problema. Yo he sido mordido por ese Monstruo de Gila. Cuando miré sus ojos entendí toda esta historia y ahora temo más por él que por mí mismo.