El sol cae y aquí estás tú otra
vez. Justo en el momento en que decido cerrar mis ojos, mis oídos se abren al
escuchar tus cadenas sonar. Siento la vibración recorrer el suelo de toda mi
habitación que retumba con esos pasos lentos, ligeros, casi flotantes y
decididos que se acercan a mí. Cada segundo que pasa percibo la esencia que
emanas, un punto entre rosas y agua estancada, más y más próxima. Entonces
empiezo a sentir tu caricia pasar de mi cabello hasta mis tobillos, suave y ásperas
a la vez . Intento cercenar mi mente de todos estos estímulos sensoriales, pero
me es imposible. Pienso que al completar el círculo, al abrir mis ojos y ver qué
es lo que eres pueda aminorar la sobrecarga sensorial, pero no encuentro el
coraje o la valentía para hacerlo. Cierro aun con más fuerza mis ojos. Ya una
semana entera llevas con tus fantasmagóricas visitas, siete noches en las
cuales te has convertido en la única razón de mi desvelo nocturno y cansancio diurno.
En nada he podido pensar durante este tiempo que no sea una manera de ahuyentarte,
librar mi descanso de ti y por fin dejarlo ser en paz. Así que a la falta de
opciones, te lo imploro directamente. Espero que entiendas porque no te miro a
los ojos mientras lo hago, asumiendo que en tu cara existan tales. Dime que es
lo que eres, manifiéstate, dime que es lo que haces aquí, cuál es tu propósito
de espantar esta y las noches anteriores que ya a duras penas me puedo
considerar como el dueño de ellas.
Estoy aquí para ti y eso tendrá
que ser suficiente información por ahora. Así que cargo con estas cadenas en
los hombros para anclarme a tu compañía. Camino despacio para no alarmarte más
de lo necesario. Cargo siempre con rosas para que su aroma te distraiga del
resto, aunque necesite ya cambiar el agua del florero. Paso mi mano sobre ti,
sin tocarte, para reconfortarte, tranquilizarte, arrullarte. Tienes que comprender que, a pesar de tener el
profundo deseo, no me es posible decirte que soy. Durante mucho tiempo simplemente
he sido sin poder definirme de una manera propia. Tal vez así sea mejor para
ambos, pues tienes que comprender que conmigo siempre ha sido el verbo antes
que el sujeto. Puedo ver claramente que, a pesar de mi compañía, logras
encontrar paz en las noches. Si obedezco tu voluntad para abandonarte, aquellos
otros espantos esperando a la puerta de tu cuarto lo sabrán y entrarán. De los
posibles males a afligirte, yo soy el menos preocupante. Confía en mí, a ellos
los conozco. Sé que quieren estar a tu lado solo para alimentarse de ti. Yo,
por otro lado, me es suficiente solo verte, tenerte cerca. Me hace sonreír,
sentir que vivo otra vez. Espero algún día puedas compartir conmigo la sonrisa,
que la vida no la puedo compartir yo contigo.
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