lunes, 4 de julio de 2016

De Nombres y Motivos

                           El sol cae y aquí estás tú otra vez. Justo en el momento en que decido cerrar mis ojos, mis oídos se abren al escuchar tus cadenas sonar. Siento la vibración recorrer el suelo de toda mi habitación que retumba con esos pasos lentos, ligeros, casi flotantes y decididos que se acercan a mí. Cada segundo que pasa percibo la esencia que emanas, un punto entre rosas y agua estancada, más y más próxima. Entonces empiezo a sentir tu caricia pasar de mi cabello hasta mis tobillos, suave y ásperas a la vez . Intento cercenar mi mente de todos estos estímulos sensoriales, pero me es imposible. Pienso que al completar el círculo, al abrir mis ojos y ver qué es lo que eres pueda aminorar la sobrecarga sensorial, pero no encuentro el coraje o la valentía para hacerlo. Cierro aun con más fuerza mis ojos. Ya una semana entera llevas con tus fantasmagóricas visitas, siete noches en las cuales te has convertido en la única razón de mi desvelo nocturno y cansancio diurno. En nada he podido pensar durante este tiempo que no sea una manera de ahuyentarte, librar mi descanso de ti y por fin dejarlo ser en paz. Así que a la falta de opciones, te lo imploro directamente. Espero que entiendas porque no te miro a los ojos mientras lo hago, asumiendo que en tu cara existan tales. Dime que es lo que eres, manifiéstate, dime que es lo que haces aquí, cuál es tu propósito de espantar esta y las noches anteriores que ya a duras penas me puedo considerar como el dueño de ellas.
                Estoy aquí para ti y eso tendrá que ser suficiente información por ahora. Así que cargo con estas cadenas en los hombros para anclarme a tu compañía. Camino despacio para no alarmarte más de lo necesario. Cargo siempre con rosas para que su aroma te distraiga del resto, aunque necesite ya cambiar el agua del florero. Paso mi mano sobre ti, sin tocarte, para reconfortarte, tranquilizarte, arrullarte.  Tienes que comprender que, a pesar de tener el profundo deseo, no me es posible decirte que soy. Durante mucho tiempo simplemente he sido sin poder definirme de una manera propia. Tal vez así sea mejor para ambos, pues tienes que comprender que conmigo siempre ha sido el verbo antes que el sujeto. Puedo ver claramente que, a pesar de mi compañía, logras encontrar paz en las noches. Si obedezco tu voluntad para abandonarte, aquellos otros espantos esperando a la puerta de tu cuarto lo sabrán y entrarán. De los posibles males a afligirte, yo soy el menos preocupante. Confía en mí, a ellos los conozco. Sé que quieren estar a tu lado solo para alimentarse de ti. Yo, por otro lado, me es suficiente solo verte, tenerte cerca. Me hace sonreír, sentir que vivo otra vez. Espero algún día puedas compartir conmigo la sonrisa, que la vida no la puedo compartir yo contigo. 

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