lunes, 2 de septiembre de 2013

Del Rechazo Progresivo Del Ego

     Nado sumergido las verdes aguas del pantano creado por los pensamientos de otros. El viscoso líquido entra a mi, invadiéndome, envenenándome, corrompiéndome. Me aferro a resistirme a la nauseabunda enfermedad que su invasión provoca en mi cuerpo. Pronto me encuentro suplicándole a deidades pertenecientes a religiones que no sé si algún día existieron. Imploro por un poco de sanidad que me de fuerzas para seguir. Cada brazada que doy fatiga mi cuerpo y mente. Abro los ojos y veo cadáveres flotando a mi lado. Son mis compañeros de travesía que fallaron en la misma misma misión que hoy llevo a cabo yo. Capto un lejano eco de las voces que alguna vez le pertenecieron a estos cadáveres y todavía no sucumben completamente al pantano. Me llaman, dicen mi nombre, me dan palabras de aliento, me piden que siga, que me esfuerce solo un poco más y que no falta mucho para salir. Sus cuerpos están parcialmente disueltos, poco queda adherido a sus huesos. El horrible líquido los ha desintegrado, líquido que ahora está mezclado con mi sangre y juntos circulan por mis venas. Impulsado por las voces doy un último gran esfuerzo. Alcanzo la orilla, saco mi cara a la superficie, inhalo para respirar lo que pareciera mi primera gran bocanada de aire de mi vida. Mi estómago regresa todo lo que él contenía. Desesperado, busco entre lo que salió el color de las aguas que absorbí, pero mis ojos apenas se están acostumbrando al nivel de luz de este mundo exterior. No logro ver mucho, me provoco el asco para asegurarme de lograr sacar lo más que puedo del pequeño pantano que habitó en mi. Me arrastro hasta sentir que mis piernas tienen suficiente fuerza para sostener mi cuerpo. El primer intento es más que fallido. Lágrimas surgen de mis ojos y caen hasta el suelo mojado. Aún me abruma lo cerca que estuve de desaparecer, hacerme uno con el pantano, dejar de ser yo. Desde la superficie es más fácil distinguir las ideas que forman el pozo. Dan vueltas, intentan salir, separarse. Recuesto boca arriba, apreciando los trozos de cielo que los árboles deja escapar de su celoso agarre. Rio a todo pulmón sin dejar de que las lágrimas se detengan. Empiezo a suponer que esta es la mera imagen de un hombre que ha vuelto a nacer. Pero los hombres no necesitan volver a nacer a menos que lo hagan como otra cosa. Dejo de llorar y reír de golpe ante este pensamiento. No sé que tanto de este nuevo yo está formado por mi y que tanto por las verdes aguas del pantano creado por los pensamientos de nosotros.