lunes, 26 de septiembre de 2016

Conversación Entre Tu y Yo



- Dime lo que está mal y veré la manera en la que te puedo ayudar.

                - Eso intento. Por favor, para de moverte tanto.

                - Amor, no soy yo. Es tu mano la que no deja de temblar… Necesito que te tranquilices, que respires. Dame por lo menos esa pulgada de tu parte para yo darte el resto. ¿Por qué mejor no me cuentas una historia?

                - No tengo nada que contar, ese es el problema.

                - Pareces estar diciendo que hay algo mal entre tú y yo. Tal vez no sea yo con quien necesites en este momento.

                - No es así, no te vayas.

                -¿Entonces dónde está el problema?

                -Está en mí. La verdad es que sí tengo muchas cosas que contar, aún más de las que tenía la última vez que te vi.

                - Pero no encuentras la manera de hacerlo.

                - No encuentro la manera de muchas cosas en estos últimos días. Cuando no pierdo la noción del tiempo, el tiempo parece perder la noción de mí. Al caminar, no sé si voy al norte o al sur.

                - Siempre te gustó mucho El Sur.

                - Sí, ya lo sé. Borges, maldito genio.

                - Pienso que estoy siguiendo tu contexto, pero no logro marcar exactamente cuál es el concepto. Siempre has dicho que el tiempo no es más que un constructo humano ¿Por qué no empiezas contándome algo de eso?

                - Demasiado abstracto.

                - Sí, te comprendo, yo también estoy de acuerdo en eso. Tal vez algo más sencillo, algo con lo que estés más familiarizado. Eso nos limitaría  a un interés tuyo que se generó hace mucho tiempo y aún persiste. Cualquier cosa que cumpla con esas dos características puede ser un excelente gancho del que te puedas colgar cómodamente.

                - No parece una mala idea.

                - Yo lo sé. A ver, cuéntame de aquellas figuras que siempre has venerado. Esas personas extra ordinarias que te llenaban siempre de esperanza, bondad, tal vez un poco de inspiración de vez en cuando.

                -¿Los héroes?

                -Sí, ellos mismos. ¿Qué ha pasado con ellos?

                - Se fueron.

                - Ya veo. Bueno, no te hostigaré más con ello. ¿Qué hay del opuesto?

                -Los villanos, sí.

                -¿Qué me cuentas de ellos?

                -Ellos fueron quienes se llevaron a los héroes

                -Un mundo sin héroes, entonces. Veo ahí un estado de total anarquía. No, espera. La falta de leyes es burdo, sencillo y hasta un poco anticuado. ¿Te parece mejor una degradación, tal vez incluso una bastardización de las mismas?

                - Me está empezando a molestar que termines cada una de tus exposiciones con preguntas.

                -Discúlpame, no creo que molestarte fuera mi intención. Sin embargo, ahora que lo dices, me doy cuenta que es verdad. Entonces hoy no habrá héroes, ni villanos, ni un mundo.

                -No, hoy no habrá mundo.

                -El otro día estaba recordando la primera vez que acudiste a mí y lo feliz que me hizo que por fin estuviéramos juntos en el mismo momento y lugar.

                -El día del payaso ¿O fue el día del bloqueador? Creo que ya no lo recuerdo del todo bien.

                - Puede ser cualquiera de los dos que, el que más gustes tú. La elección no me hará sentir mal. Yo tengo en mi memoria ambos como si fueran la primera vez.

                -En aquel tiempo eras diferente.

                - Un poco. Más blanda, tal vez, y creo que era más alta. Apuesto creíste que lo nuestro podría ser pasajero, algo que estuvo ahí un Jueves y al siguiente ya no. No fue así, volviste semana tras semana a reunirte conmigo. Llenabas de historias a la ilusa e inocente de mí. Cualidades, que tengo que advertirte, se han ido perdiendo más y más conforme hubo existiendo diferentes versiones de mí.

                 - Claro, eso lo tengo bastante en cuenta.

                - Intentaré ignorar el tono juicioso con el que dijiste eso para enfocarme en el hecho de que me gusta que estés seguro de que ya no soy la misma de antes. Tú tampoco lo eres, por si no estabas enterado.

                - No, no lo soy. Tienes toda la razón.

                - Siempre la tengo, tonto. A ver, ahora hablemos en lo que tú has cambiado. Ahora te expresas con más elocuencia ante mí de lo que lo hacías antes, aunque con menos frecuencia. Supongo que hay que cambiar unas por otras. Definitivamente te he sentido crecer conmigo.

                - Eso en una parte es gracias a ti.

                - Sí, pero no en la mayor parte. Ahora que lo pienso, no creo que haya un mayor aportador. Tal vez muchos pequeños aportadores. Espero que les hagas saber a ellos también lo que sientes.

                - Puedes contar con ello.

                - Así me gusta. Esa también es otra de las áreas en las que has mejorado bastamente. Ya no dudas en aceptar los orígenes de las cosas o darles su debido crédito. Es un miedo menos por el cual preocúpanos. Lo has superado con suma valentía.

                - No tanto como lo parece.

                - Pero sí tanto como lo es. Todavía te hace falta trabajar esa parte, si me permites la retroalimentación. Pecas demasiado en humildad. Eso puede hacer que nuestra relación se pueda ver afectada y lo sabes.

                - Sí, discúlpame.

                - Muchas disculpas y pocas correcciones. Basta de excusas por un tiempo. De ahora en adelante quiero que solo uses razones justificables para expresarte.

                - Está bien.

                -Ok. Entonces, tomando en cuenta todo lo que has avanzado en este tiempo, me parecería adecuado que volviéramos al primer día.

                - Te dije que hoy no había villanos.

                - Que alegría que hayas decidido de que se trató aquel primer día entre nosotros, pero no me refería a ese payaso. Hablo del otro, del que te he escuchado hablar de vez cuando.

                - No te daba por una espía.

                - Hasta ahorita, por lo que yo tengo entendido, no lo soy. Debes de comprender que hay tiempos en los que te extraño. No puedo evitar escuchar tus otras conversaciones, menos si son a cerca de planes que haces para los dos.

                -Bueno, de todos modos no creo que haya crecido lo suficiente para eso.

                - Recuerda, me prometiste que ya no habría más excusas. Esta es una advertencia, pero la próxima vez la consideraré como una promesa rota. No soy muy fanática de esas.

                - Está bien. El verdadero motivo es que probablemente tú no estés involucrada en ello. O por lo menos no lo he decidido completamente.

                - Disculpa si no logro disimilar mucho mi reacción, es solo que eso sí es una verdadera sorpresa. Quiero imaginar que, llegado el momento, por lo menos me mantendrás informada de cómo va eso.

                - Por supuesto.

                - El payaso se queda a un lado ¿Qué me dices de los cuervos parlantes?

                - Muy ambicioso.

                - Te la voy a dejar pasar ¿Cuándo me vas a contar de la vez que el cielo sonrió?

                - Pronto, pero no hoy.

                - Lo espero con ansias. Perdóname si esto te genera dolor, pero es necesario que pregunte ¿Y aquellos cuatro hombres sin nombre? Te preparaste tanto para contarme de ellos. Cada vez que me dabas esos pequeños preámbulos me emocionaba de sobremanera.

                - Eso no es justo, te he contado a cerca de ellos poco a poco.


                - No es el ritmo al que estamos acostumbrados tú y yo en este tipo de cosas. Usualmente somos más rápidos. No solemos tomarnos tanto tiempo para atacar, es parte del encanto de nuestra relación.
                - No tengo una excusa válida para eso en este momento.
                - Pues bien, no la des. Estoy lista para esa historia cuando tú lo estés. No pienso presionarte mucho al respecto. Ahora que ya estamos en un modo más defensivo, tengo que aprovechar para volverte a preguntar una vez más de…

                - Alto ahí, está bien. Te contaré a cerca de ella.

Ser Dueño de la Noche

    
     Hay criaturas que se revelan en la noche. Pacientemente esperan por lo que sea que depare el tiempo entre la caída y la salida del sol. Caminan las calles durante el reino de la penumbra, pero nunca alejándose demasiado de la fuente de luz más cercana. Pues hay cierta parte de ellos que todavía pertenece ahí y que intentan ignorar llenando el tranquilo aire con sus gritos. Consideran esta una manera legítima de reclamar la noche como propia. Tal vez lo sea, o lo será en su debido tiempo.     
     Existen otros seres que habitan la noche. Ellos no gritan o caminan y son demasiado humildes para proclamar cualquier cosa como propia. Se reducen a sentarse y observar desde los rincones en los que los merodeadores y ruidosos no se atreven a acercarse. Alguna vez, hace ya muchas lunas, un pensamiento llegó a sus mentes: “Si no atravesamos la noche, nunca alcanzaremos la mañana” Lo siguieron como un divino mantra hasta que eventualmente les enseñó la manera de no moverse en espacio ni tiempo. De vez en cuando cuestionan si fue el camino correcto a tomar, pero han comprobado que ya es demasiado tarde para retractarse.

     Ambos grupos saben de la existencia de los otros, pero deciden ignorarse. No por celos, evasión u orgullo. Las primeras criaturas admiran a las segundas, añorando llegar a ser un día como ellos. Los segundos seres miran a las primeras con nostalgia, añorando el día en que fueron como ellos.